Viaje con nosotros si quiere gozar...

Me encanta viajar y eso hace que me sienta feliz, desde el momento que planeo ese viaje hasta la vuelta de él.

Mi primer viaje importante diría yo, fue al extranjero, lo primero porque iba sola, lo segundo porque tenía 16 años y lo tercero porque no había salido en mi vida de casa.

Fue en el año 1980, algunos pensaréis…hace un siglo, y así es me parece que fue hace muchos años. Yo estaba en el instituto y como daba clases de francés, se preparó un intercambio a Francia. Cuando llegué a casa, lo dije a título de información, porque nunca pensé que me iban a dejar ir, pero cuál fue mi sorpresa, cuando mis padres me preguntaron:- ¿Quieres ir?

No podía dar crédito a mis oídos y les contesté con un: “Siiii “tan alto que me debieron de escucharme todos los vecinos.

En primer lugar vinieron ellos a España y la manera de moverse y de estar, nos llevaban años luz, que parecíamos sacados de la prehistoria. Todo transcurrió muy bien y fue una buena experiencia, nosotros salíamos mucho, cosa que a ellos les llamaba la atención.

Y llegó el momento de irnos para allá. La ciudad a la que íbamos estaba situada al norte de Francia en la preciosa Normandía, un pequeño lugar que se llamaba Alençon. El viaje fue larguísimo en tren, haciendo transbordo en Irún, ya que los trenes españoles de aquella época no servían para los raíles de los trenes franceses. Tardamos casi un día en llegar, entre las esperas de unos trenes a otros.

Cuando llegué, me sentí igual que una mona en un garaje. No entendía nada de nada, los padres hablaban un francés muy cerrado, y ahí me veis con el diccionario encima de la mesa para poderme comunicar con ellos. Todo un poema. Yo solo pensaba, donde me he metido, lo pasé fatal. Sus costumbres no tenían nada que ver con las nuestras. A las 7 estábamos cenando y a las 9 como muy tarde durmiendo. Claro está yo de dormir nada de nada, total que me dormía muy tarde, nos levantábamos muy pronto y yo como un zombi todo el día.

Nos íbamos al instituto, que más o menos entendía alguna clase. Se notaba muy bien donde estábamos los españoles, siempre reíamos y hacíamos mucho ruido, comparando con lo silenciosos de los franceses. Ellos no se reunían como nosotros con sus amigos, de clase a casa y de casa a clase. A mí me chocaba mucho su estilo de vida, no era el nuestro, y cuando yo le preguntaba que si no salía nada, ella siempre me decía que no. Así que cuando nos juntábamos los españoles solo hacíamos que protestar porque cuando estuvieron en España salíamos constantemente con ellos. Bueno aquello era así y teníamos 16 años.

 Lo mejor de todo fueron los viajes que hicimos, uno de ellos fue a Saint Malo, una ciudad costera preciosa, con un puerto impresionante, jamás había visto nada igual. De allí nos llevaron a una autentica maravilla de isla llamada Mont-Saint- Michel, unida únicamente con una carretera que accede a él, antiguamente solo se podía ir cuando la marea estaba baja o en barco cuando era alta. Está totalmente amurallada y es Patrimonio de la Humanidad. Ver aquello que yo nunca había salido de casa fue una experiencia indescriptible, como lo fue el ir a París.

 Conocer el museo del Louvre (primer museo que visité en mi vida), la Torre Eiffel, los barcos navegables por el Sena, el centro Pompidou, que no entendía que arte exponía allí, y la multitud de gente que se apelotonaba fuera de él de todas las razas y colores, yo no salía de mi asombro, una provinciana como yo en aquel sitio. El barrio de Montmartre con toda la gente por la calle pintando cuadros y ese ambiente tan raro como pensaba yo; con su basílica del Sacré Coeur, la catedral de Notre Dame y el Arco del Triunfo.

Como os decía me sentía tan especial y tan rara al mismo tiempo, de estar en unos lugares que jamás me hubiese imaginado. Mi mente quería guardar todo aquello para no olvidarlo jamás y lo hizo muy bien, porque aun hoy recuerdo cada cosa que hice y todo lo que vi. Estuve 3 semanas en lugares maravillosos como si de un cuento de hadas se tratase y temía abrir los ojos por si todo hubiese sido un sueño.

El viaje acabó, saqué sobresaliente en francés, algo debí de aprender, a pesar del diccionario, y lo agradecida que estaba a mis padres por dejarme ir y poder sentir todo aquello que sentí y grabar a fuego en mi retina todo lo que vi. El recuerdo permanecerá eternamente...